Maldita
tu manía de colarte entre mis palabras y robármelas una a una con ese mar en
calma. Maldito tu mar por alborotar mi
café, y maldito mi café por querer ser bebido por tus labios. Malditos tus labios por susurrar azul en mis
oídos. Malditos mis oídos por estremecerse en tu melodía. Maldita tu melodía
por buscar los acordes en mis suspiros, y malditos tus suspiros por jugar con
las ideas de mi pelo. Maldita la idea que tuvieron tus brazos de buscarme la
primera vez. Maldita la primera vez que decidí que aquella cárcel era libertad.
Malditas mis ganas de no echarte de menos.
Malditas mis ganas de decirte que te quiero.