Tantas campañas abogando por la igualdad de género, cultura, raza, sexualidad, clases sociales y demás diferencias, y en pleno S.XXI todavía hay personas que se creen superiores a los demás por poseer determinadas características o bienes.
¿De verdad "nenaza" o "maricón" siguen siendo insultos? ¿De verdad se sigue creyendo que una persona negra sólo lleva navajas en los bolsillos? ¿De verdad en algunas autoescuelas se sigue cobrando más a las mujeres? ¿De verdad hay gente que continúa eligiendo sus amistades por la cantidad de dinero que tienen? ¿De verdad hay quien todavía se cambia de acera cuando ve un punk o un heavy? ¿De verdad?
El simple hecho de que tengamos que concienciarnos de que de todo hay en el mundo y de que cada uno es diferente ya da qué pensar, aunque supongo que la balanza se equilibra con el deseo de mejora. El problema viene cuando alguien carece de esa ambición. Todos somos libres de pensar como nos dé la gana siempre y cuando nuestras opiniones no afecten a la dignidad de quienes están a nuestro alrededor, y eso se resume en "la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás".
Una desgracia no es haber nacido pobre, homosexual, sano, negro, mujer, gitano, flaco, soviético, gordo, chino, bisexual, rico, enfermo, o en las miles y miles de circunstancias en las que se puede nacer. La verdadera desgracia es enorgullecerse de excluir al resto y de con determinada edad no haber aprendido todavía a vivir en sociedad. La verdadera desgracia reside en pedir respeto por lo propio y no darte cuenta de que lo tuyo es también de los demás, y de que si no das, jamás recibirás. Qué fácil es decir "yo soy como soy" y no tolerar que las personas con las que vivimos también sean como son.
Las campañas deberían concienciarnos pero no hacia quienes son diferentes a nosotros en cosas tan someras, sino hacia quienes se hacen ver integrados excluyendo a otros. Porque eso, le pese a quien le pese, también es violencia.
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