Y hasta los cojones de su charlatanería,
de sus vicios, de su mala vida,
y hasta las cejas de sus canciones,
de sus ojos, de sus mudas alusiones.
Le agarré por la nuca
y le planté todos mis sueños,
los dulces y salados,
los buenos y los malos,
los que de noche no tienen dueño
y de día se vuelven pequeños.
Y me miró y le miré,
y bebí de aquel café,
de su amargura,
de su mala vida,
de su charlatanería,
de sus canciones,
de sus mudas alusiones.
Soltó una leve carcajada,
melodía suavemente arrancada,
me agarró de la cintura
y susurró: «ahora o nunca».
Me retiro U.U'
ResponderEliminarJajajaja, de eso nada, que tú vales para poeta.
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