Tenía ganas de que lloviera, como siempre. De que la melancolía me cogiera en casa, en el salón, con una manta y una taza de chocolate entre las manos. Tenía ganas de que hoy el cielo me acompañara, y de que sus aguas me susurraran que estuviera tranquila. Que no pasaba nada. Que tal como ahora empapaban las baldosas, al día siguiente ya se habrían evaporado.
Y es que el gris es así. Flota. Va y viene. A veces nos cala. Otras, nos coge en la cama. Pero se seca, se va. Nos deja su olor y lo sustituimos por canciones y el tamborilear de los dedos. Por sonrisas y un improvisado baile en el corazón.
Pero tal como ronda el gris, lo hace también el azul del cielo, el candente dorado del sol, y el húmedo verde de los árboles que madrugan. Flota, gris, flota, que yo dejaré los pies en la tierra.
Genial, sin palabras¡¡¡
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