No haré de nuestro cielo las vidas ajenas, ni las muertes ajenas.
No haré de nosotros un charco que llore, ni que las refleje.
Haré de nuestra vida un cielo que ilumine las aguas de otros cuando tampoco quieran reflejarse
en vidas ajenas,
en muertes ajenas,
ni convertirse en charco.
Seamos cielo despejado, cielo de tormenta, cielo de nubarrones de domingo tonto y cielo de un día de verano.
ResponderEliminarSeremos inmensos, seremos cambiantes, pero seremos cielo. Y el cielo siempre estará ahí, imprevisible, pero cuando llegan nubes no hay más que soplar para que salga el sol e ilumine todo lo que hay debajo.
¿Qué tal el día, cielo?