—Já -bufó ella, digna, alzando la cabeza- ¿de veras lo creías? No, no camino sobre nubes, ni soy elegante, ni alzo el mentón todo el tiempo. Ni llevo moño. Odio el moño.
Se quitó las zapatillas por los talones con la ayuda de sus propios pies y se dejó caer sobre la cama, clavando la mirada en el techo.
—Sí, definitivamente odio el moño. No soy altiva todo el tiempo. Casi nunca lo soy.
Él la miraba desde el alféizar, con los brazos cruzados en el pecho y los ojos curiosos chispeando entre las hebras carbón de la muchacha.
—Tampoco soy delicada. Mentiría si dijera que no necesito que me salven -giró la cabeza hacia él. La luz dio de pleno en su piel porcelanosa y avivó sus iris avellana- ¿quién no necesita que le salven? -se incorporó- ¿a quién no le hace falta un empujón de vez en cuando? -volvió a tumbarse- pero no, esa no es la cuestión. Tampoco puede salvarte cualquiera, ¿sabes? -cruzó los dedos de ambas manos sobre su vientre- pero tampoco soy una inútil, ¿me explico? Puedo ser autosuficiente. Creo.
Volvió a mirar al techo, con el ceño fruncido.
—Ser bailarina es una parte de mí. Pero no es todo lo que soy.
Él entrecerró los ojos y abrió la boca por primera vez.
—¿Y qué eres?
Ella cogió aire y lo sostuvo durante todo el tiempo que le fue posible en los pulmones. Lo soltó poco a poco. Abrió mucho los ojos, mirándole, y finalmente encogió sus aparentemente frágiles hombros.
—No lo sé. Si no, ¿dónde estaría la gracia? ¿En qué pensaría a los ochenta cuando hiciera jerseys a mis nietos? -se encogió de hombros una vez más, esta vez, sí fue cisne; cisne altanero- y tampoco lo quiero saber todavía.
Esta entrada es tan inocente y a la vez tiene tanta fuerza... que... no sé. Realmente me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe alegro mucho ^^ a veces me vienen escenas a la cabeza, sin más, y tengo que darles forma de alguna manera. Muchísimas gracias por estar pendiente de mi blog y comentar, me anima mucho.
Eliminar¡Un abrazo!