21.12.11

Blanco y negro a color.

—Tío, casi llegas tarde incluso el día de tu entierro. Aunque esta vez no ha sido culpa tuya... ha sido más bien del ayudante en prácticas del hombre que hizo la autopsia a un muerto de la misma funeraria que tú. Resulta que el zagal le dio por difunto y sólo estaba en estado catatónico. Imagínate el susto cuando han escuchado ruido dentro del ataúd... Casi puedo oírte quejar de que alguien la haya liado más que tú, envidioso -le da una patada a una piedra- ¿te acuerdas ese día que nos disfrazamos de bailarinas de ballet en pleno invierno por mitad de la calle? -suelta una carcajada y se pone muy serio rápidamente, se ha olvidado de que está en un cementerio- ¿y de ese día que la Francisca te pilló dándote el lote con la Isabel en la plaza del pueblo? Anda que... la que montaste tú solo por darte una alegría al cuerpo, bribón. Aunque fíjate si eras listo, que aún te casaste con la Paca... no sé con qué la engañarías, porque pa' aguantar a un ceporro como tú, tela. Eso sí,  lo que nunca olvidaré será el viernes aquel en el que me dijiste con toda la seriedad y rigidez que te cupo en el cuerpo que eras un espía ¡un espía de un pueblacho como este! Recordarás que me reí tanto que me atraganté con la manzana que le robamos al Iranzo, pero más me reí cuando dijiste que cualquier día de estos fingías tu muerte...
—Y no mentía, Ferlosio, no mentía.

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