Sus ojos claros desnudaban su frágil alma bajo la blanca luz de la luna. Una túnica azul celeste cubría su menudo cuerpo y sus tímidas curvas, temerosas de ser descubiertas. Su cabello quedó a merced del viento fresco de la noche, que lo despeinaba a su antojo en un alarde de bravuconería, liberando así su fragancia. Su nariz respingona oteaba en soledad el horizonte estrellado. Sus manos jugueteaban nerviosas con las mangas de su vestido de seda. Y mientras tanto, los ecos de un bosque en vigilia llegaban a sus oídos como ronroneos de un gato en brazos de su dueño.
Una presencia.Una figura oscura.
Rasgos de muerte en sus ropas. En su caminar. En sus manos huesudas. En su rostro blanquecino. En su nariz ganchuda. En su aliento helado. En sus pupilas...
... y en ella misma.
Por algún extraño motivo me has producido escalofríos, nena. Me encanta este fragmento. Sigue así. <3
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