Te pondrás tu gorro de lana y enrollarás tu bufanda alrededor de tu cuello. Cogerás las llaves y no te pararás delante del espejo antes de salir. Bajarás las escaleras con gracia, saltando los dos últimos escalones, justo como cuando tenías cinco años y tu abuela te sostenía la mano para que lo hicieras.
Saldrás a la calle y tomarás una bocanada de ese aire otoñal que lo impregna todo. Echarás a andar sin siquiera pensar bien a dónde vas, dejando que tu instinto te lleve a izquierda o derecha, adelante o hacia atrás, a cruzar, o a continuar en la misma acera. Seguirás tu senda invisible pisando sobre las hojas secas, haciéndolas cantar bajo tus pies, dejando que el amarillo, el naranja y el rojo te envuelvan con su traicionera calidez.
Cuando llegues a tu destino, al que tu corazón te haya querido conducir, te dejarás caer donde lo más profundo de ti te diga. En el suelo, en un banco, en el bordillo de la acera o en mitad de la calle. Sonreirás y tomarás aire otra vez. La brisa fría inundará de nuevo tus fosas nasales, pero en esta ocasión te sentirás mejor. Te sentirás más libre, porque ese será tu sitio y tú estarás en él.
Me gustan muchos esos días en los que te dejas llevar por lo que quieres hacer y sale sin más, me recuerda a algo escrito por mi :)
ResponderEliminarTe sigo! :)
Me alegro de que te guste ^^ ¡yo también te sigo!
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