24.5.12

¡Buenos días!

She is lost in the middle of nowhere. Dressed in white as the loneliest soul, she walks in silence with the only rumour of her insecure steps. It smells like Autumn. It smells like hate. She has been thrown in wet brown and familiar orange, and now her little aura is a mixture of dead petrichor and the slow breathing of the forest. There is no sound, only the symphony of her eyes disturbs this alive depth. 

Suddenly, the darkness says hello with a creepy smile drew on its non-faced body. Leafs are not friends with the girl in white anymore, the wet floor has become her most revengeful enemy, her aura is full of branches and the petrichor is flooding her lungs. The forest is still breathing, but it is breathing the air she needs, the air she is asking for while her hair refuses to get gold again, while her eyes refuses to sing again, while that alive depth turns into dead emptiness.

Alarm.

And a little soft bear. And a singular laugh.
And a really bad feeling. And the remind of love.
It's the time. It's eight o'clock.


voguelovesme:

mcq by alexander mcqueen autumn/winter 2012-2013

14.5.12

Sí.

Llevo una hora sentada sobre la cama, esperando. Es el día, es la hora, y sin duda, es aquí. Apenas pestañeo, y con cada "tic", y después de cada "tac", mi corazón se acelera y mi sudor se vuelve más frío. Escucho el fluir de mi sangre acosando mis oídos, apagando cualquier otro sonido ajeno a esta burbuja de tensión.

Tic, tac, tic, tac...
Tic, tac, tic, TAC. —Y el reloj se detiene. Pero no el tiempo.

La bombilla del flexo estalla en pequeños trocitos de cristal que no dudan en dispersarse por el suelo para convertirlo en lugar vedado a mis desnudos pies. Mi cuerpo enmudece, y conmigo la noche. Se extiende un silencio tan frágil como intenso, tan pesado como acusador. La negrura se ha hecho con mi pequeña habitación, ahora las siluetas se han desdibujado, se mezclan unas con otras y rehuyen de mis aterrorizados ojos. Fijo la mirada al frente, y trato de reaprender a respirar, a ver y a escuchar. 

Y de repente la siento a mi lado. Mis pulmones son ahora inútiles. El sudor se vuelve helado y mi corazón grita lo que con mi voz no puedo. Se me nubla la mente, incluso la vista. Y aún con todo, puedo distinguir su decrépita sonrisa cosida con el hilo de la locura. Me llega el frío de sus inertes venas, y la putrefacción de su alma muerta mezclada con el de la mía, que pereció hace mucho tiempo. El dormitorio se vuelve pequeño y las paredes me susurran. Me susurran. Me susurran. Pero yo no las entiendo. Emito un gemido. Y otro. No los puedo controlar. Y lloro. Lloro presa del pánico y del incontenible balanceo en que me he convertido.

Una carcajada. El boom de un corazón joven.

Despierto tendida en algún lugar. Extiendo mis manos. Palpo. Derecha, izquierda, arriba y a los lados. No. No. No. Me he convertido en lo que un día construí: una muñeca de porcelana, tres fotos de un verano sangriento y la promesa de reunirnos, bajo una tablilla del parqué. 

No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. No. 

Sí.

10.5.12

Hasta los cojones.


Y hasta los cojones de su charlatanería,
de sus vicios, de su mala vida,
y hasta las cejas de sus canciones,
de sus ojos, de sus mudas alusiones.

Le agarré por la nuca
y le planté todos mis sueños,
los dulces y salados,
los buenos y los malos,
los que de noche no tienen dueño
y de día se vuelven pequeños.

Y me miró y le miré,
y bebí de aquel café,
de su amargura,
de su mala vida,
de su charlatanería,
de sus canciones,
de sus mudas alusiones.

Soltó una leve carcajada,
melodía suavemente arrancada,
me agarró de la cintura
y susurró: «ahora o nunca».

6.5.12

En absoluto.

No hay derecho. ¿A qué? A que millones de chicas se levanten cada mañana a disgusto con su cuerpo. No hay derecho a que controlen cada gramo que sube o baja de la báscula, ni a que sus matemáticas se reduzcan al cálculo de calorías por alimento. No hay derecho a que pierdan el las ganas de ir a la piscina o salir con sus amigas. A que se sientan "la amiga fea", o "la amiga gorda". No hay derecho a que los domingos se enfunden ropa ancha porque ni siquiera ellas quieren adivinarse entre la tela. A que comer se convierta en un suplicio, en algo malo. A pasar hambre. No hay derecho a que cada mañana tengan miedo a desayunar porque su vientre plano desaparecerá cuando lo hagan. A compararse con cada chica que ven por la calle. A querer ser otra. No hay derecho a que no se compren esa camiseta que tanto les gusta porque "saben" que les va a quedar mal. A que analicen cada parte de su cuerpo en el espejo y diagnostiquen error en cada curva. No, no hay derecho. No lo hay.

Chicas, no sois somos algo que mirar, somos algo que admirar. No hagas de ti un número, porque no lo eres. Eres tus experiencias, tus dibujos, tus sonrisas y tus lágrimas, eres tu color favorito; eres tu música, tu perfume; eres el libro que más te ha marcado, tu película preferida, tu más vívido recuerdo de infancia; eres tus días de primavera, verano, otoño e invierno; eres tus sueños, los cumplidos y los que están en camino. 

¿Tú? Tú eres preciosa.


Y ahora no te quedes ahí parada, ve a comerte una galleta. O dos. O el paquete entero. Porque no hay derecho.