25.6.12

Acuarela.

«Hay personas a las que la vida les vive.»

Y yo sé perfectamente cómo no quiero morir. No quiero levantarme una mañana echando mano del bastón, llevándome una mano al costado, y dándome cuenta de que me he quedado en un banco comiendo pipas mientras los demás pasaban por delante de mí caminando, viviendo.

Que a mí no me tire un blues.

Que si algo me tiene que tirar, es la propia vida. Que si algo me tiene que tirar, que sea la impotencia de no abarcar el mar entero con los ojos; que sea la impotencia de no poder ver más allá del horizonte; que sean las ganas de ver qué me depara el siguiente. Que sea el murmullo de las copas de los árboles; que sean los tonos rojos del otoño en la montaña; que sea un bosque salvaje. Los momentos malos si son compensados con otros buenos. Los detalles, porque la vida está hecha de detalles. Pues que me tiren los detalles. Que me tire la adolescencia con su "hoy sí, mañana no"; con la montaña rusa del sentir. Que si algo me tiene que tirar, que sea mi propio mundo interior cuando ni siquiera yo lo entiendo; pero también cuando me acerco a ello. Que sea una tarde con alguien a quien quiero; que sea un paseo con mis amigos; que sea preguntarme cómo he tenido tanta suerte. Las lágrimas cuando algo no sale como espero, las carcajadas que hacen que me duela la tripa. Pues que me tiren las carcajadas. Que me tiren por la hierba y hagan que no pueda articular palabra. Risa. Sólo risa. Que si algo me tiene que tirar, que sea haber sentido demasiado y no haberme quedado corta. Que sea llorar por haber volado demasiado alto, pero por lo menos haber volado. Que sea pecar de pensamientos jóvenes antes que de hablar como si lo hubiera vivido todo demasiado pronto. Que sea levantarme temprano para escribir porque tengo las palabras en la cabeza gritándome para salir. Que sean los recuerdos de verano, de otoño, de invierno y de primavera. Que sea un mensaje a horas intempestivas porque alguien se acuerda de mí. Que sean una y mil sonrisas estúpidas. Que sean uno y dos mil errores de los que pueda aprender. Que sea la indecisión. Que sean las ganas de saber. Los sueños, las pasiones, las ilusiones. Pues que me tiren los sueños, las pasiones y las ilusiones. Que me tiren con toda su rabia, con toda su fuerza. Que me mareen. Que me hagan luchar. Que me obliguen a luchar. Que me tiren y me hagan trizas hasta obligarme a ponerme en pie. Que me recuerden una y otra vez que yo soy de las que caminan. Que yo soy de esas personas que hacen que pasen cosas. Que yo soy de esas personas que cuando se levantan por la mañana, no lo hacen sólo con el cuerpo, sino con el alma.

A mí que me tiren todos los colores.

Todos, menos el azul.

9.6.12

Qué bello es vivir.

De pequeña solía pensar que todas las historias que pasaban por mi cabeza habían ocurrido de verdad alguna vez. Aquí o allí, en ti o en mí, pero ciertas a fin de cuentas. Y por algún motivo, yo era quien debía contarlas para que todo el mundo se enterase, sobre todo mis amigos. Porque nosotros éramos los protagonistas de aquellos castillos, los jinetes de aquellos caballos y los mejores exploradores de Zaragoza. Todavía me recuerdo sentada en la mesa de la cocina cosiendo las páginas de nuestra nueva aventura. Ideando una portada, haciendo letras bonitas y rellenando los huecos de mis bloqueos con los dibujos más básicos que conocían mis manos.

Y qué bonito es escribir. Qué bonito es descubrir en tu mente escenas ajenas en blanco y negro, a color o en sepia; ser testigo de historias que no has vivido, ¿o sí?; de amores furtivos que no has protagonizado, ¿o sí? Qué bonito es ser testigo de conversaciones que sin decir nada, lo dicen todo; de esos gestos que sólo tú puedes contar; de esos secretos a media noche que sólo son confiados a tu papel, secretos de esos que se enmarañan en las líneas de tu cuaderno y los recovecos de tus recuerdos.

Qué maravilloso es leer un autor y darte cuenta al escribir de que eres la peor y más dulce de sus copias; cerrar un libro y tener ganas de superar lo que te ha mantenido en vilo. Qué maravilloso es soñar con tu primera obra en papel; con que alguien te diga que se ha visto dibujado en cada curva de cada letra de cada palabra de cada frase que tú has narrado. Qué maravillosa es la primera noche que te quedas hasta tarde sólo para escribir; o la primera en que te levantas con las pestañas todavía pegadas a horas intempestivas sólo porque acabas de tener una idea brillante. Esa misma idea que por la mañana no lo será tanto, pero esa misma idea por la que lucharás. Esa misma idea que otra noche cambiará de forma, pero esa misma idea que algún día impedirá incluso que te acuestes para convertirse en parte de ti.

Y qué increíble es encontrarse volando con cada línea que sale de tus dedos, y no sólo de tus dedos: de tu corazón. Y qué increíble es verse observando el mundo. Y qué increíble es poder decir "te quiero", pero de modo que jamás se le olvide. Y qué increíble es ver de otro color. Y qué increíble es descubrirse en cada párrafo o en cada verso. Darse cuenta de que tal vez no todo es inventado. Darse cuenta de que sentimos más de lo que creemos. Darse cuenta de que somos el coro de esa voz que dice "no te vayas, vuelve, quédate a mi lado"; de esa voz que pide perdón y a veces, los domingos, se hunde; pero también de esa voz que ríe a carcajadas hasta que le duele la tripa.

Y qué bonito es. Y qué maravillo es. Y qué increíble es.

Y qué bello es vivir.

2.6.12

Raro.

Pero mira que es raro.
Raro como tu fuerte voz,
raro como tu recuerdo,
raro como que pierdo el sueño.

Raro como el primer relámpago de junio,
raro como un té a media noche,
raro como este dulce diluvio,
raro como un poeta a las doce.

Y si me apuras,
raro como la madrugada,
como un viaje,
como esa triste mirada.
Como una alegre sonrisa,
como esto que llamamos vida.

¿Raro? Raro como la soledad,
como la inmensa compañía,
como ambas dos mezcladas,
como cosa tuya y cosa mía.

Raro como que me va lo raro,
raro como borrar el azul,
raro como no saber por dónde ando,
raro como que a mí me vas tú.